viernes, 28 de agosto de 2009

LA FRACTURA DE LAS BELLAS ARTES EN EL PERU

Por: Kenny Villar Azurín.

Los juegos lúdicos de los defensores del patrimonio, así como su cortesía moral hacia el arte, han llegado a afectar la dignidad de la sociedad; un golpe inadmisible, producto del ejercicio de un sistema mesurado, que viene encasillando la estructura cultural en nuestro país, desde hace más de dos décadas. La realidad se muestra irremediable, pareciera que el circuito del arte haya perdido su valor intrínseco.

El hábito de la “estabilidad” es una respuesta a la necesidad de dependencia, que alega a la insaciable manutención producto de la miseria cultural de la sociedad. El “patrimonio humano” que el aparato del Estado conserva, los ritos político institucionales y los dubitativos intentos de los medios estabilizados, no han alterado en absoluto los recursos técnicos de la dramaturgia del modus operandi. El temor por abandonar el telón del escenario social, va más allá del cuadro existencial, puesto que desde el palco popular la ingenuidad aun les rinde honores; consideramos a estos hechos como rezago de un mal parto, iniciada en las postrimerías del gobierno de Juan Velasco Alvarado.

La construcción de la historia del arte en el Perú durante los últimos veinte años no solo es falsa, sino lúdica y en el peor de los casos llevada a la extrema vulgaridad. La historia del arte se esta construyendo a base de reciclajes idealizadas, desde la estética chicha, complejidades narcisistas de una individuación extrema y/o la expropiación estética del “otro”. En el peor de los casos mofándose de expresiones populares y vernáculas, sin siquiera medir el grado de afectación de la dignidad y culturas autóctonas, cuando la cultura tradicional de nuestros indígenas merece el mas alto grado de respeto.

La forma como se llega a expropiar sus recursos materiales, estéticos, ideológicos y emotivos es execrable. “El silencio intelectual, la ignorancia voluntaria del Estado y los improperios cotidianos, no son otra cosa que recursos de complicidad de los constantes violaciones de la dignidad. Estas son una de las principales causas para condenar la ridícula historia del arte peruano”.

Entiéndase que esta afirmación no quita merito al esfuerzo humano de artistas y obreros de la técnica y el oficio, eso es otra cosa, nuestra critica esta enfocado a aquellos “profesionales” que determinan la estética de moda y que se atreven a estructurar la historia del arte peruano a partir de criterios subjetivos y dogmáticos.

El arte en la capital así como en el interior del país, es de la más infame simplicidad, la vergonzosa realidad comienza en la formación académica, la fracturada moral que tienen los “profesionales” y académicos, su incapacidad perceptiva de la realidad concreta, complementada de la clara inercia de estudiantes y agentes de “cultura viva”. Todo ello retroalimenta ese germen que condena la plástica peruana en toda su estructura. No obstante, consideramos la propuesta del taller Huayco EPS, liderado por Francisco Mariotti en los inicios de los ochenta, como la más respetable propuesta orientada a la esfera publica; pero que a la fecha se ha convertido en una caricaturizada leyenda del arte contemporáneo.

En efecto seguir creyendo en fronteras psíquicas y geopolíticas es cosa del pasado, insistir en retrotraer las manifestaciones y/o alegorías populares peor aun. Admitámoslo el sentido de la realidad va en sentido adverso, el folklorismo urbano esta ya muerto, no podemos insistir en reciclarla, eso es antidialéctico, antiético y degenerativo, no debe haber espacio para fetichismos; no podemos seguir siendo comediantes del turismo. El arte requiere de otro carácter, por una razón intrínseca; las nuevas demanda psíquicas y la sed de conquista espacial. ¿Que razón tendría la tecnología en el modus operandi, en la razón de ser y de pertenencia? Nada, absolutamente nada. Estamos ingresando al territorio donde no caben los nostálgicos ni mucho menos los espíritus mediocres, cabe la urgente reflexión, el arte es para quien siente la necesidad del cambio.

Para muchos críticos, es a partir de los noventa que los artistas vienen preocupándose de ir más allá de las galerías y museos, con el propósito de reintegrarse a la vida de la gente; pero la gente no los necesita, peor aun, no los entiende; en ese sentido algo anda mal. Cualquier neófito del arte puede entender que la formación académica va en peor en las “escuelas provincianas”.

La falta de una política cultural en el Perú viene generando esa brecha entre el arte y la sociedad. La relación del artista y el Estado es aun peor. Este caos a generado la vulgar intromisión de entidades privadas so pretexto de apoyar a los artistas peruanos; entidades privadas que se jactan de la amplia cobertura de la calidad de sus proyectos expositivos, bajo la silenciosa complicidad de intelectuales y críticos de arte.

Encontramos un modo superfluo de tratar la crítica o los análisis del arte en el Perú contemporáneo; proyectos sustancialmente platonizados de la mas vil idealización. Por otro lado, existen profesionales del arte cuya visión responden a clichés estereotipados, reduciendo el arte a absurdas nomenclaturas; es decir se están cometiendo los mismos errores de hace cincuenta años atrás, cuando José Sabogal y Ricardo Grau se imaginaban los baluartes de la vanguardia plástica o Juan Acha invocaba una de las recurrentes modernidades.

“Antes de los cincuenta la plástica en el Perú se han desarrollado en un escenario cargado de conflictos, entre ingenuas ortodoxias de filo nacionalista y absurdas “innovaciones” técnicas, era una escena dominada por el favoritismo institucional; las llamadas innovaciones modernistas surgieron una y otra vez. Aquel folklórico “modernismo” significaba acercarse a las vanguardias europeas y adoptar su estética. Lo más vil del caso es que se formaban talleres de “vanguardia”, dirigido por intelectuales orientado a las nuevas tendencias. Bastaba que estos contaran con un discurso “modernista” para ser enaltecida por la ingenuidad de los medios; de esa forma grosera se ha construido la historia del arte en el Perú. En el fondo era una lucha ideologías por un sentido de entendimiento y aceptación que escapaba la propia estructura artística”.

Los intelectuales de la plástica peruana siempre estuvieron sometidos al antojadizo humor de la estética “eurocentrista”; sujeta a una dicotomía de conceptos y narrativas (considerados los resistentes y los modernistas) de vanguardia, claro eso no esta mal, finalmente nuestra estética es occidental.

Fue en el contexto de esa dicotomía folklórica; cuando surge el golpe militar de Juan Velasco Alvarado, (1968 – 1975); un gobierno “populista” de tinte reivindicativo. Es oportuno analizar el performance político y cultural, que se genero a partir de esta intervención que dista mucho por entender y creer, puesto que demuestra profundos vacíos racionales; por ejemplo ¿La estética publicitaria de los afiches pop y su legado conceptual a quienes estaba dirigido? No creo que un monolingüe, históricamente oprimido y genéticamente alterado, haya entendido el sentido de la propaganda reivindicativa.

Si bien es cierto que Velasco estrecho la enquistada polarización social y los criterios artísticos, este proyecto no ha llegado a tener trascendencia, a pesar del premio otorgado a Joaquín López Antay en 1975 y, cuando este represento al Perú en la XIV Bienal de Sao Paolo (1977), con un conjunto de piezas de arte popular. Que desencadeno una serie de protestas entre los intelectuales y “artistas” de cliché modernistas.

El fracaso de Velasco para nosotros, no fue otra cosa que un trampolín, que fortaleció un poder. Un poder que determina que hacer con la cultura y que ha convertido a las escuelas de arte en entidades exóticas.

Existe gente que alude que nuestro discurso artístico es subalterno. Abordar la tradicional discusión si lo popular es arte o si el arte de salón debería ser popular, son disyuntivas que solo sirven para cubrir de retórica, vacíos estructurales e históricos, de aceptación y no aceptación, que responde al temor de auto afirmación. Subalterno para nosotros es el dubitativo que no se siente andino ni occidental.

“La determinación es nuestra. Responder a intereses creados por las vanguardias, al poder del mercado y al poder “subalterno”, son otra cosa; claro, estamos entrando al terreno de la globalización eso no implica perder el sentido espacial, la globalización solo es un fenómeno”.

El problema es del arte en el Perú, y este, ha perdido su interés social, para convertirse en algo soso y superfluo, los llamados artistas no definen su horizonte, debido a su poca ambición y sórdida formación “académica”.

“El hedonismo y los mass media subsumen los sentidos de la emergente “clase media”, en ellos no existe la ínfima sensación de pensar cualitativamente; el arte y la arquitectura posmoderna son la mejor prueba de esta crisis; el gozo extrema el miedo a pensar por una responsabilidad. La huachafería como estética ha calado profundamente la estructura mental hasta de los más contemplativos. Pareciera que el tardo capitalismo nos tiene en reserva”.

A toda esta estructurada vulgaridad se suma la continua mitificación hacia los viejos de antaño. La nostalgia por reconocerlos como los representas de la plástica peruana, no es otra cosa que el producto de esa crisis de desconexión contextual. Todo un “performance de reconocimiento”, un síndrome del absurdo paternalismo que aun continua su curso autoritario y lo peor de todo, es que esa enfermedad se impone en gratitud de la inercia de los artistas jóvenes de todo el Perú.

“Los llamados a la igualdad son mas discursivos que reales, no existen correlatos en practicas de integración, los sistemas artísticos se encuentran y se siguen proponiendo y pensando en sistemas paralelos, cerrados y jerarquizados. Es necesario centrar la mirada en las practicas culturales y revisar desde ellas, como entender el arte en un país pluricultural”. Esta opinión no funciona en una práctica natural, lo peor de todo es que hasta la fecha no hemos encontrado un análisis concienzudo sobre las distintas percepciones que corresponde a las diversidades que coexisten en este país.

Sufrimos un aislamiento cultural, no mantenemos un intercambio cultural con los demás países, tampoco tenemos una fluida interacción con el interior del país; Lima es una isla de la plástica contemporánea, la alarmante realidad de las “escuelas e institutos de arte” es miserable, no tienen bibliotecas de vanguardia; jamás hubo un arte exclusivamente nacional sobre todo en este fin de siglo.

La consecuente toma de la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes del Perú, es una clara expresión, del descontento estudiantil que existe y que a lo largo de los últimos veinte años, han venido condenando el régimen paternalista. La ENSABAP se ha convertido en un medio del oportunismo de sobrevivencia de gente anticuada, que defiende un pálido discurso tradicionista, gente que aprovechándose del titulo y el respaldo político, olvidaron el oficio del arte para convertirse en uniformados burócratas, convirtiendo nuestra digna e histórica institución en una madriguera de utilidad.

Seamos claro las escuelas publicas de arte en el Perú son peligrosos; porque allí se encuentran las personas mas sensibles y por que son el crisol armónico y representativa de la pluriculturalidad peruana, cuyas propuestas estéticas pueden transformar el sentido de las colectividades, gente que a base de simbologías pueden llegar a exacerbar el instinto y la pasión. Razón por la cual estos están reducidos al caballete, o al modelado tradicional. Profesionales del “humanismo” reducidos a ser obreros de la técnica y el oficio, imposibilitados al campo intelectual y a la crítica de juicio.

La inexistencia de por lo menos un mesurado movimiento artístico, la desconexión objetual informativa, la ausencia de interactividad intelectual, el desinterés de los docentes, etc. fatalizan los estados anímicos de toda una generación joven, que anda las arterias y los recintos académicos sintiendo que ya no les pertenece, no existen recursos identidarios que los conecte al espacio ya perdido, los mas fortuitos y sensibles terminan por abandonar la “escuela” y refugiarse entre los recovecos de la mundi vivencia ambulatoria y desde allí construyen sus referentes plásticos; como una forma de demostrar a la opinión publica una “plástica populista”, mediante fanzines y discursos interactivos, que en realidad son reivindicativas, pero de limitado impacto; porque es difícil luchar y competir con la voraz informalidad y el trastrocamiento del sentido colectivo. Los intentos son buenos pero debe siempre de responder a un recurso fundamentado.

La desconexión psíquica y profesional del arte, no son otra cosa que los efectos de una exagerada idealización de la historia de arte, que no responden a causas reales y físicas de la sincronía cultural, “provinciana” para ser mas evidente. Hay que percibir la problemática desde las entrañas.

El arte en el Perú requiere de una urgente independencia, esto significa contribuir a la autonomía psíquica de los jóvenes estudiantes, romper con las recetas tradicionales de autoprotección y la “institucionalidad” mal intencionada, la flexibilización de la política cultural, acabar con la iconografía narcisista del docente que solo contribuye a empeorar las cosas, reimplementar las bibliotecas sobre todo en las escuelas de arte del interior del país y una mayor interacción intelectual. Creo que es tiempo de abrir esa brecha pasiva, desleal y contra histórica del arte en el Perú.
En efecto cualquier intento de intromisión genera alteridad que puede dañar la estructura cultural, como no también, pero estamos en la capacidad intuitiva y moral de comprender los fenómenos de la globalización.

“Por mas de 500 años hemos sabido pervivir pluriculturalmente; jamás existió democracia ni mucho menos uniformidad. La armonía se obtuvo mediante fricciones, que funciono como una necesidad para afianzar el reconocimiento propio y que hasta la fecha defiende cada grupo social”.

A estas alturas del tiempo no necesitamos de evaluaciones psicosociales, estadísticos, ni mucho menos tanteos antropológicos, por que la globalización se nos viene encima y no podemos perder terreno; solo hay que darle giro a la tuerca y estar convencidos que el perro del hortelano, es algo abstracto que se encuentra en la estructura mental del empleómano o del tecnócrata; inercia psíquica, que ha venido ensayando producto de un habitual sistema de trabajo burocrático que lo ha desconectado de la voraz competencia externa.

Proponemos hacer las cosas de mejor manera y no con recetas que responden a intereses de monopolio y/o comercialización simbólica del arte; la idea es reformular el arte peruano a partir de un análisis conciente. Es ese sentido el aporte de Néstor García Canclini para nosotros, no es confiable, por tratarse de una teoría preacondicionada que atenta contra la libertad creativa y la vulnerable realidad del arte en el Perú. La juventud no necesita de doctrinas filantrópicas ni mecidas del Estado.

Nosotros percibimos esta realidad panópticamente y con sentido crítico, entendemos los recovecos de la memoria histórica, el adjetivado discurso institucional, el olor popular y la apresurada voluntad de la intelectualidad contemporánea; porque aun somos dignos de algo muy poderoso; la creatividad.

Bibliografía:
Grandes Maestros del Perú, 2008, Lima.
Transportadora de Gas del Perú – TgP

Políticas Culturales, Lima 2006.
Editores: Guillermo Cortez y Víctor Vich
IEP – Instituto de Estudios Peruanos.

Culturas Hibridas, México 2003.
Néstor García Canclini
Editorial Grijalbo, S. A. de C. V.

Franquicias Imaginarias, Lima 2002.
Max Hernández Calvo y Jorge Villacorta
Pontífice Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial.

El Ojo de la Navaja o el Filo de la Tormenta? Lima 2001.
Alfonso Castrillón Vizcarra
Universidad Ricardo Palma / Editorial Universitaria.

El Arte en el Perú, Lima 2001.
Natalia Majluf y Otros
Museo de Arte de Lima / PROM Perú.

I Bienal Iberoamericana de Lima, Tele 2000 Bell South, 1997.
Editorial Stella.

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